Reducir nuestros residuos y adoptar unos hábitos más sostenibles es bastante fácil cuando se trata de acciones que implican objetos materiales. Por ejemplo, usar una botella reutilizable de acero inoxidable en vez de botellas de plástico desechable o cambiar el coche por la bici para desplazarte por la ciudad. Pero, ¿qué pasa con nuestra actividad en la Red? ¿Por qué no solemos reparar en la contaminación que emitimos cada vez que vemos un vídeo online, enviamos un mensaje por WhatsApp o subimos las fotos del último viaje a la nube?
Medir la contaminación del uso de Internet es algo bastante complejo. Según Jon Koomey, experto en impacto medioambiental tecnológico, los principales elementos a tener en cuenta son los que el denomina «the big three»:
- Los dispositivos que usamos para conectarnos a Internet (ordenadores, tabletas, portátiles, móviles, routers).
- Los centros de datos (donde se almacenan y alojan las páginas web).
- Las redes de acceso (el cableado y las antenas que transportan los datos).
Esta infraestructura no virtual necesita grandes cantidades de electricidad para poder funcionar y la huella energética del sector de las tecnologías de la información ya se aproxima al 7% de la electricidad mundial. Y aunque muchas empresas del sector tecnológico están en proceso de transición hacia fuentes de energías 100% renovables y nuestros dispositivos y cables de conexión sean cada vez más eficientes lo cierto es que todavía dependemos de combustibles fósiles para mantener en funcionamiento nuestro creciente consumo digital.
Si queremos combatir la crisis climática actual también es importante que reflexionemos sobre nuestra actividad digital y si realmente es sostenible a largo plazo. Claro está que los pequeños cambios que apliquemos a nivel personal no acabarán con este problema de un día para otro, pero si modificamos nuestros patrones de consumo en la red puede que influyamos de forma más notoria en la concepción futura de este sector, el cual acabará por adaptarse a aquello que la mayoría demanda.
Aquí van algunas propuestas para reducir tu huella digital:
– Desconecta de vez en cuando y activa el modo offline. ¿Recuerdas el entrañable sonido que hacía tu módem cuando te conectabas a Internet? No es necesario estar online las 24 horas del día. Desactiva el Wi-Fi cuando no lo estés usando y apaga tus dispositivos con conexión a Internet por la noche.
– Practica el minimalismo en tu correo electrónico. Vacía tu bandeja de entrada y borra los e-mails ya leídos. Escribe mensajes concisos y comparte archivos solo si es necesario. Aprovecha también para cancelar la suscripción de aquella newsletter que nunca leerás.
– Simplifica tu página. Si tienes un blog o un sitio web revisa que el contenido gráfico esté optimizado y sea lo más ligero posible. Cargará más rápido y consumirá menos energía para funcionar. Low-tech Magazine es un blog que funciona con energía solar porque su objetivo es reducir al máximo el uso de energía asociado con el acceso a su contenido. En una de sus entradas nos enseñan a construir una página web de baja tecnología.
– Descarga tus contenidos favoritos. La visualización en streaming es muy cómoda pero consume mucha energía cada vez que reproduces Friends o el último disco de Rosalía en bucle. The Shift Project nos dice que en el año 2018 el consumo de contenido en línea fue el responsable de una emisión aproximada a los 300 millones de toneladas de CO2. Si vas a escuchar o ver muchas veces el mismo contenido en línea será mejor que lo descargues y lo guardes en tu ordenador o disco duro.
En definitiva, si el futuro de nuestro planeta te preocupa te animo a que desaceleres también a tu yo virtual y disfrutes de lo que nos ofrece la naturaleza y el mundo real. Al fin y al cabo el objetivo principal del uso de la tecnología debería ser mejorar y simplificar nuestra vida, no reemplazarla.