Jardín de confinamiento

Las ganas de ver y sentir el verde durante la cuarentena me llevaron a realizar un ejercicio de observación que consistía en buscar desde la azotea de mi casa cualquier planta que mi limitada vista pudiera alcanzar. Me fabriqué mi pequeño jardín de confinamiento.

 

Este escaso jardín me sirvió para reflexionar sobre la importancia de vivir en ciudades con una vegetación más rica y abundante, y de los numerosos beneficios que nos puede aportar su presencia en las calles. Y no me refiero únicamente a la que crece de forma domesticada en parques y avenidas sino también a aquella que brota libre e indomable entre las grietas del asfalto, en los alcorques y los bordillos o sobre los tejados y canaletas de las casas.

 

El inventario visual de las plantas de mi jardín me sirvió para apreciar y valorar aquellas que crecen salvajes, silvestres y espontáneas. Título que pone nombre al ciclo de encuentros online que propuso La Casa Encendida el pasado mes de junio. Una serie de charlas en las que se pretendía despertar el interés por las denominadas “malas” hierbas con el objetivo de promover un cambio en la percepción de las mismas.

 

Esta vegetación adventicia aprovechó el descenso de la actividad humana y el cese de las tareas de desbroce para crecer a sus anchas en las aceras, descampados, solares y otros espacios públicos de la urbe. Sin embargo, cuando entramos en la Fase 0 del desconfinamiento estas hierbas han ido desapareciendo debido al aumento de la presencia humana y al reinicio de los servicios municipales de limpieza. Pero ¿Es necesario erradicarlas del entorno urbano?¿Es posible otro modelo de ciudad?

 

Antes de enumerar los efectos positivos de esta vegetación me gustaría invitarte a realizar una práctica contemplativa la próxima vez que salgas a pasear. Agudiza tu vista y busca las salvajes de tu barrio. ¿Por qué no nos solemos percatar de su existencia? Pues porque parece que la mayoría de peatones padecemos de una tremenda ceguera de las plantas (plant blindness) que nos impide apreciar la flora espontánea que crece sin apenas público que la contemple.

 

Son muchas las bondades de mantener estos pequeños espacios de naturaleza salvaje en las ciudades. Su presencia restablece y enriquece la biodiversidad urbana, disminuye los contaminantes atmosféricos, reduce la temperatura, mejora la infiltración de la lluvia y controla las plagas.

 

Admirar este tipo de vegetación desde una mirada artística y evocadora puede que nos sirva para reconciliarnos con ella y nos ayude a transitar hacia una mayor conciencia ecológica. Artistas como Lois WeinbergerHerman de Vries y Song Dong nos vuelven a conectar con la naturaleza y nos enseñan la belleza y resiliencia de las plantas que crecen salvajes y caóticas en algunos espacios urbanos.

 

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