Tener más tiempo
Tiempo para cocinar en casa, para cuidar de las personas, para cultivar un huerto, para ir andando al trabajo o al mercado, para reparar un jersey, para aburrirse y no hacer nada, para compartir nuestros conocimientos sobre sostenibilidad. Tiempo para poder concienciarnos sobre el tema, unirnos y pasar a la acción.
Tener más tiempo es la mejor herramienta para combatir el cambio climático. Nos lo dice el divulgador y escritor ambiental Andreu Escrivà aquí y en su último libro Y ahora yo qué hago. Cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción.
Disponer de más tiempo para ir más despacio y poderlo dedicar a todas estas acciones que hemos comentado transformaría nuestros hábitos diarios y mejoraría nuestro entorno y, seguramente, nuestra salud física y mental.
Santiago Beruete también nos dice en dos de sus ensayos filosóficos que cultivar la tierra y el contacto con la naturaleza nos acerca a los ritmos naturales y nos aleja de la celeridad de nuestra época.
Desacelerar se convierte, por tanto, en un elemento clave para hacer frente a la crisis climática mucho más efectivo que separar la basura o beber agua con una botella reutilizable. Esto no significa que estas acciones individuales sean prescindibles. Cambiar nuestros hábitos y, sobre todo, predicar con el ejemplo también son importantes porque fomentan comportamientos más responsables en nuestro entorno familiar y laboral.
Pero si queremos cambios notables en nuestra sociedad futura, y que esta sea más sostenible que la actual, tenemos que tomar más conciencia de lo que hacemos cada día con nuestro tiempo. Pues, aunque vivamos en un sistema que fomenta la rapidez y la cultura consumista del comprar, usar y tirar, podemos elegir entre comprar un plato preparado o hacértelo tú mismo en casa.
Yo decidí hace unos dos años dedicar parte de mi tiempo a fomentar un modelo de consumo alimentario más saludable y justo de forma colectiva. Por eso participo en el equipo de comunicación de Som Alimentació, un supermercado cooperativo y participativo en el que las personas, y no las empresas, decidimos cómo queremos alimentarnos.